Desde que sabes que estás embarazada, empiezas a soñar a tu bebé. A imaginar cómo será su cara, sus ojos, sus manos, lo que le gustará y lo que no.
Y sin darte cuenta, también, a proyectar sobre él (o ella), tus expectativas acerca de la maternidad y de los niños. Y más, si es el primer embarazo.
Cuanto mayor es la expectativa, mayor puede ser la decepción porque, a veces, esperamos cosas que no existen o, al menos, no como las imaginamos.
La maternidad es maravillosa y la labor más gratificante de este mundo, pero nadie dijo que fuera fácil. 🙂 NADIE.
Nos ha tocado vivir una época en la que, muchas veces, no se cuenta toda la verdad sobre la maternidad y se nos vende como algo idílico o de color de rosa. Y de eso nada. Es como la vida misma.
El hijo perfecto: maternidad idealizada
Si una mujer tiene expectativas demasiado altas o piensa que su hijo va a ser «perfecto» tiene muchas probabilidades de que, cuando éste nazca, los comienzos juntos sean más difíciles de lo que imagina.
El hijo «perfecto» no existe y la maternidad idílica tampoco. Y mucho menos en los comienzos.
Es lo que se llama idealizar la maternidad o tener expectativas alejadas de la realidad y esto, es mucho más frecuente de lo que creemos.
Expectativas y síndrome de Down
Entre las expectativas que tenemos cuando esperamos un hijo hay situaciones que no contemplamos y que, sin embargo, se producen.
Entre estas situaciones están las dificultades, la enfermedad, la prematuridad, la trisomía 21 (síndrome de Down) y en definitiva, aquello que se sale un poco de lo habitual.
Quizás, sea un mecanismo de supervivencia, pero tampoco anima el hecho de que no se nos hable de esto con naturalidad durante el embarazo.
La noticia, en el caso del síndrome de Down, no se suele presentar por parte de los profesionales ni por la sociedad en general, como algo positivo ni esperanzador. Más bien todo lo contrario y puede hacer mucho daño.
En ese momento, es probable que lo único que pase por tu cabeza sea ¿y por qué a mí ? ¿Por qué? y pienses que no vas a poder con ello.
Poco a poco te vas dando cuenta de que sí puedes. Incluso, es posible que hasta llegues a pensar que no ha sido para tanto.
En la vida, todos podemos con mucho más de lo que creemos y contar con información, apoyo y referentes, suele ayudar y mucho para conseguirlo.
Normalizando la diferencia
En general, no estamos acostumbrados a mirar el dolor, el sufrimiento o la diferencia. Y esto forma parte de la vida desde que el mundo es mundo.
Si fuéramos capaces de hablar de ello con más naturalidad y normalidad en el ámbito sanitario, educativo y social, estoy segura de que se evitaría mucho dolor y la maternidad/paternidad no estaría tan idealizada.
Lo cual, nos permitiría acoger a nuestros hijos tal y como son, desde el principio, con los brazos más abiertos y el corazón más agradecido
¿No te parece?
Si te ha gustado esta información, te animo a que compartas pinchando en los botones que tienes al principio y al final de este artículo.
#compartiresincluir